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Artículo: Las diferentes partes de un jamón ibérico y de una paleta ibérica

Las diferentes partes de un jamón ibérico y de una paleta ibérica

Las diferentes partes de un jamón ibérico y de una paleta ibérica

Anatomía de un producto de excepción

La compleja topografía de un jamón ibérico

El jamón ibérico es mucho más que un simple embutido. Es un verdadero territorio de sabor, donde cada parte revela matices únicos de textura y aroma. Comprender su anatomía permite apreciar toda la complejidad de este producto de excelencia.

Aunque la morfología varía ligeramente entre un jamón (pata trasera) y una paleta (pata delantera), los principios de corte son similares. Estas piezas se cuelgan en posición vertical durante la curación, lo que influye directamente en la distribución de las grasas y aromas.

La primera etapa para cualquier amante del jamón consiste en conocer sus zonas principales. Cada una posee características organolépticas distintas, según su posición anatómica y su composición muscular. Esa diversidad es precisamente lo que enriquece tanto al jamón como a la paleta ibérica.

Un jamón LOLO pesa en promedio entre 8 y 9 kg con hueso, y una paleta entre 4 y 5 kg con hueso.

Zonas principales: un mapa del sabor

La maza es la parte más central y carnosa del jamón. Está situada en el lado externo de la pieza y presenta una musculatura densa y uniforme. Las lonchas de esta zona ofrecen un equilibrio perfecto entre grasa y músculo, con una textura fundente y aromas intensos. Se considera el corazón gustativo del jamón.

La contramaza está justo al lado de la maza, pero en el lado opuesto. Es una zona menos carnosa pero igual de sabrosa. Al estar más expuesta, tiene una proporción diferente de grasa infiltrada, lo que aporta matices aromáticos distintos. Los conocedores valoran esta parte por su complejidad de sabor.

Situada en la parte trasera de la pieza, la babilla tiene una musculatura más fina y una proporción mayor de grasa. Las lonchas de esta zona son extra fundentes en boca, liberando sabores delicados y sofisticados. Su textura tierna la convierte en una zona muy apreciada.

Zonas secundarias y sus particularidades

Las extremidades: entre sutileza e intensidad

La punta es la zona más fina del jamón o de la paleta. Tiene mayor concentración de grasa, lo que le otorga sabores intensos y una textura única. Los cortadores profesionales suelen reservar esta parte para degustaciones especiales.

El codillo o jarrete, en la unión entre la pata y el cuerpo, es una zona de sabor profundo. Su estructura muscular compleja, que mezcla zonas magras y grasas, la hace muy valorada por los expertos. Su preparación requiere una técnica refinada.

La caña, o parte inferior ósea, es menos utilizada en el corte tradicional, pero guarda potencial culinario. Se usa para preparar "taquitos" y otros platos donde se aprovechan incluso los recortes, demostrando que en el mundo del jamón ibérico, nada se desperdicia.

Elementos periféricos: entre simbología y tradición

La pezuña, aunque no se consume, tiene un valor simbólico fuerte. En los cerdos 100 % ibéricos, su color negro ha servido históricamente como indicador de pureza genética. Aún hoy, es un elemento identitario clave que recuerda la tradición del auténtico “Pata Negra”.

El corte: un arte técnico y preciso

Técnica y respeto por el producto

Cortar un jamón o una paleta ibérica es un arte que requiere años de experiencia. Cada loncha debe respetar la anatomía del producto y realzar las cualidades de cada zona.

Los cuchillos especializados son fundamentales, y el maestro cortador comienza por la maza, considerada la parte más noble. Su técnica se adapta según la zona: cambia el ángulo, la presión y el grosor para sacar el máximo provecho de cada parte.

La progresión ideal va de las zonas más magras (contramaza) hacia las más grasas (babilla y punta). Así se respeta la progresión de sabores y se conserva la humedad y los aromas del producto.

Una experiencia sensorial total

Conocer la anatomía de un jamón o una paleta ibérica es descifrar un lenguaje gustativo complejo. Cada parte cuenta una historia distinta: del territorio, de la crianza, del oficio ancestral que lo ha hecho posible.

La diversidad de sus zonas no es un detalle técnico, sino el pilar de su riqueza gastronómica. Un buen jamón o una buena paleta no son uniformes: ofrecen una sinfonía de sabores que se despliega en cada corte.

Para el verdadero amante del ibérico, cada loncha es un viaje, cada zona, un capítulo de un relato milenario. El jamón y la paleta ibérica no son solo alimentos: son un patrimonio vivo, que se degusta con respeto... y con emoción.